"Cumplo 71 años el próximo sábado", le comenta a Efe Crecencia Salazar mientras arregla con destreza un ramo de margaritas en su puesto en el mercadito de Calidonia, en la Ciudad de Panamá, donde ahora, en medio de la pandemia de la COVID-19, lo que más vende y le salva el día son las hierbas medicinales.
Usando su mascarilla, sentada en un pequeño taburete y rodeada de unos pocos recipientes con flores, esta anciana es uno de los vendedores del mercadito, enclavado desde hace décadas en una calle de Calidonia, la zona capitalina que alberga algunos de los barrios populares con alta incidencia del nuevo coronavirus SARS-CoV-2.
Salazar cuenta que "desde que tenía 7 años" iba allí: cuando niña lo hacía con su abuela y su madre para vender "sacos de yuca y de todo eso que se sembraba en el monte antes", porque ahora "ya no se siembra nada".
Hoy en día Crecencia, que es viuda y que cobra una "pequeña pensión", vive con seis familiares y solo ella sale a trabajar.
"Me encomiendo a Dios para que me cuide a mi, a mi familia y a todo el país", afirma, y también da gracias porque ni ella ni los suyos han sido alcanzados por la COVID-19, que ha infectado en Panamá a 28.030 personas y matado a 547 en 108 días de pandemia.
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EL DÍA A DÍA EN EL MERCADITO
La capital de Panamá y sus zonas aledaña son las más afectadas por la enfermedad y las autoridades mantienen, solo en esta parte del país de 4,2 millones de habitantes, restricciones de movilidad por género y a dos horas diarias, según el número de identidad personal.
Sin embargo, se expiden salvoconductos a los trabajadores de las actividades productivas autorizadas.
Este jueves hay transeúntes por la calle en la que se diseminan los puestos del mercadito, aunque también los autos hacen una breve parada para que los vendedores se acerquen y les lleven directamente hortalizas, legumbres, flores o hierbas y productos de la botánica.
Antes del coronavirus "se veían más resultados en el negocio de las flores, pero ahora se ve más en el de las hierbas por el malestar que hay en el país, en el mundo entero. Con los medicamentos que manda el médico y las hierbas se balancea", dice la vendedora.
Todo tipo de clientes, incluyendo agentes de la policía y bomberos, llegan en busca de plantas medicinales como el eucalipto y el romero, que sirven para despejar el pecho constipado y para darse baños, le explica a Efe Rufina Pérez, de 59 años, otra de las vendedoras del mercadito.
"Nosotros tenemos el salvoconducto, otros no sé. Pero por ahora, gracias a Dios, no nos han molestado" las autoridades, explica Pérez, que tiene "como 20 años" vendiendo hierbas en su puesto del mercadito de Calidonia.
Son pequeños espacios sobre la acera, muchos de los cuales pasan de generación en generación: "las viejitas ya pasaron a mejor vida, ahora estamos las hijas, como yo, y las sobrinas también", asegura Rufina, que aclara que quienes están trabajando allí lo hacen por necesidad y con "algo de miedito" por la pandemia.
Las ventas han bajado en el mercadito, pero Rufina se dice una afortunada porque ha recibido ayuda del Gobierno: "Gracias a Dios me ha tocado, me han apoyado. Yo ahora soy la que trabaja porque mi hijo no puede".
Pero Daniel Obispo, un contador de 29 años y padre de un bebé de nueve meses y una niña de un año, no ha corrido con esa suerte: no ha recibido ayuda estatal ni tampoco encontrado trabajo desde que, poco antes de la pandemia, fue despedido de un organismo público.
"Hay que saber ganarse la vida honradamente" le dijo a Efe Obispo frente a una pequeña mesa en la que vende chicles, café y otras golosinas.